domingo, 4 de octubre de 2009

Los Exploradores, Capítulo V

Para los kiji, la mañana había sido tranquila, al observar el acostumbrado eclipse, se dieron cuenta de que había llegado el medio día, habían perdido un poco el miedo a su situación, pues mientras paseaban por el pueblo, lejos de sentir desconfianza, la gente les sonreía amablemente y les ofrecían pequeños regalos. Al parecer aquél era un pueblo próspero, ya a la luz del día pudieron observar con mayor atención los detalles del poblado; era grande, tendría cuando menos cincuenta mil habitantes, por las calles circulaban carruajes tirados por bestias similares a una cabra grande, todo se encontraba limpio, al contrario de su primera impresión debido a la vestimenta de sus “captores”, cuando supusieron que se trataba de una civilización sumamente primitiva, ahora podían ver que si bien, su tecnología estaba lejos de la de su planeta, si era una sociedad perfectamente organizada; Los ropajes no eran toscos, sino de suaves telas con exquisitos bordados, las casas contaban con todos los servicios: agua corriente, drenaje, baño y en general todas las comodidades que encontraríamos en una vivienda digna. En cuestión arquitectónica, esta civilización parecía haber entendido que la mejor forma de construir era respetando el entorno, no molestándolo sino integrándose a él, por eso la noche anterior les había costado reconocer que lejos de encontrarse en medio de un bosque solitario, este poblado era parte del mismo.

Al pasar el eclipse decidieron volver a la casa donde los habían alojado, pero antes de llegar se encontraron con el hombre que la noche anterior les había hablado en su propio idioma, al principio no lo reconocieron, pues no llevaba las raídas pieles de la noche anterior sino unas finas vestimentas, iba aseado y se había arreglado la tupida barba lo cual hacía verlo muchísimo más joven de lo que parecía la noche anterior, donde creyeron encontrarse ante un hombre ya maduro. – Alcalde listo para recibir – dijo con su característica voz gutural; ambos exploradores comenzaron a abordarlo con preguntas, pero este se limitó a responder: - Padre llega anochecer, con él hablar – Era lo mismo que les había dicho la hermosa mujer esa misma mañana, y al observar un poco mejor al hombre, dedujeron que tendría que ser hermano de ella, era bastante bien parecido, como en general era la gente de aquél poblado. Lo único que sí les respondió fue su nombre, pero como lo había dicho en la extraña lengua de aquella región solamente entendieron: - Hugrrand – así que le preguntaron si no le molestaba que le llamaran Hug, pues no podían pronunciar su nombre a lo que asintió sonriente.

Hug los guió hasta un carruaje de color rojo cereza fabricado de madera labrada con maestría y les invitó a subir; ambos aceptaron la invitación sin chistar y una vez acomodados, el carruaje inició su marcha a la señal de su anfitrión. Éste se dirigió hacia lo que notaron que eran los límites del poblado para integrarse a un camino mucho más suave donde aceleraron el paso considerablemente, estaban asombrados no sólo de la fuerza y velocidad de aquél animal que jalaba el carruaje, sino de la estabilidad y suave muelleo del mismo, tras unos diez minutos de marcha, salieron de la espesura del bosque hacia campo abierto, habían ascendido todavía más que la noche anterior, hasta llegar a una enorme meseta de campos cultivados, aunque no reconocieron ninguna de aquellas hierbas, supieron que se trataba del alimento que hacían crecer para alimentarse. Cada cierta distancia encontraban una serie de aquellas pequeñas casas árbol donde habitaban los campesinos. Tras una hora de viaje su anfitrión rompió el silencio: - Hemos llegar a Kohorr, esta capital – les anunció, - Alcalde de Yohorr aquí por asuntos de gobierno - Otra sorpresa más para nuestros amigos, aquella civilización no era sólo un poblado bien organizado, sino todo un país con varios poblados y un sistema gubernamental perfectamente bien estructurado.

Baxtin y Fredezi vieron a través de la ventana del carruaje un valle con una ciudad enorme, era cuando menos veinte veces mayor que Yohorr, la arquitectura no era muy distinta, por lo que a lo lejos ante los ojos de un extraño hubiese pasado por un enorme bosque, sin embrago, ellos que ya se estaban acostumbrando a diferenciar entre un árbol común y una construcción de aquellas, eran capaces de distinguir la gran ciudad a la que se acercaban - ¿Cómo fue que las sondas no fueron capaces de captar estas señales de civilización Maulen? – preguntó Suspani Baxtin a su esposo, a lo que éste se limitó a encogerse de hombros.
Los seres capturados por Tarriz y su grupo al fin despertaban tras tres horas de haber sido liberados, durante ese tiempo el grupo había recapacitado y ahuyentado a los depredadores que se agasajaban con los cadáveres de sus adversarios, con ayuda de un par de robots de construcción habían apilado todos los cadáveres y les habían prendido fuego para incinerarlos, su corazón ya acongojado se sobrecogió aún más al ver aquella inmensa fogata de carne ardiendo y cuya humareda se levantaba a cientos de metros sobre el suelo. Sólo habían sobrevivido tres de aquellos seres, que fueron curados y dejados junto a los otros que habían capturado.

La inmensa humareda atrajo a más de estos seres que llegaron casi al momento que despertaban los liberados, al cruzarse con ellos intercambiaron palabras, los exploradores no podían escuchar nada, pues se encontraban dentro de la nave a un par de kilómetros del lugar escondidos estratégicamente para no ser vistos. Aquél grupo se acercó con curiosidad para presenciar el espectáculo de incineración, pero no tardaron mucho, en salir corriendo con dirección al sudoeste seguidos por Tariiz, Lamtar, Atrion y Preden, acompañados de los robots de guerra. Tras unos treinta minutos llegaron a los límites de una sierra, observaron cómo el grupo ascendía, para internarse en las montañas y poco después perderse dentro de una gran caverna.

Lamtar descendió la nave a unos cinco kilómetros de la entrada, los rastreadores mostraban que el grupo se había detenido un kilómetro dentro de la caverna, pero antes de entrar, mandarían un pequeño robot sonda de exploración para que penetrara en aquél territorio antes de aventurarse a entrar ellos. No esperaron mucho para recibir las primeras imágenes de aquél lugar, las cavernas eran enormes, desde la entrada se encontraban iluminadas por antorchas; las enormes bóvedas se encontraban plagadas de este tipo de seres, que, al desconocer su nombre, simplemente decidieron llamar Güigis que en lengua antigua de la tierra de Tarriz significaba: “bestias”.

Eran tantos los pasillos y divisiones de las bóvedas que decidieron mandar las tres sondas restantes que tenían en un intento de abarcar más territorio, el tiempo corría para salvar a sus amigos. Una de las imágenes que recibieron los dejó petrificados, pues uno de los muchos grupos de güigis que habitaban las cavernas se encontraba alimentándose de lo que claramente era uno de ellos mismos que ardía empalizado mientras los comensales arrancaban trozos con afilados cuchillos y los deglutían vorazmente.

Una de las sondas logró llegar hasta donde se habían detenido los liberados, se encontraban frente a un güigi que claramente se diferenciaba de los demás por su tamaño y sus ropas, al que identificaron como el jefe. La claridad del sonido les permitió entender lo que estaba pasando a pesar de no entender aquél grotesco idioma, los güigis que habían liberado informaban al jefe de lo ocurrido, uno de ellos trazó un dibujo en el piso describiendo la nave base. El Jefe dio una orden y un par de minutos después observaron a un grupo de enfurecidos güigis escoltando a un par de seres, mucho muy distintos a los primeros, éstos tenían cuatro brazos atados a la espalda y con una correa atada al cuello los jalaban provocando que avanzaran a trompicones, estos seres tenían un aspecto mucho más humano, salvo por las cuatro extremidades superiores. Los llevaron ante el jefe y este formuló una serie de preguntas, los exploradores de inmediato supieron que eran prisioneros y que les preguntaban si sabían algo sobre la presencia de aquél extraño objeto y los seres que la tripulaban, la entrevista no duró mucho, claramente los prisioneros no sabían nada y tras ser azotados los guardias se los llevaron nuevamente.
Para Tarriz esto fue bastante clarificador, al parecer aquellos seres no habían capturado a sus compañeros, de lo contrario hubiesen sido ellos los entrevistados por el iracundo jefe güigi – A menos que estén muertos – pensó; pero dentro de sí, sabía que no era así, y al ver a los seres humanos de cuatro brazos supo que eran enemigos unos de otros, por lo tanto, si no habían sido capturados por los güigis, tendrían que haber sido capturados por los otros.

Para los demás esto no estaba demasiado claro pues habían visto cómo estas bestias devoraban a uno de los suyos - ¿Qué les impediría entonces devorar a los extraños? – argumentaba Preden . Sin embargo Tarriz explicaba que por violentos y estúpidos que fueran estos seres, no devorarían a un ser completamente extraño sin antes consultar con su jefe, y por la actitud del mismo estaba claro que nunca había visto a uno de ellos.

Las sondas recibieron la orden de continuar explorando aquella red de túneles, mientras los exploradores volverían a la nave base para cambiarla de ubicación para evitar que ésta fuera atacada por aquellos seres amorfos y mal olientes.

Para esos momentos, Baxtin y Fredezi habían llegado a la gran ciudad y se encontraban descendiendo del carruaje para internarse en un edificio enorme que Hug les dijo era la sede del gobierno y que tanto el gobernador como los catorce alcaldes de aquella región se encontraban esperándolos.

Penetraron a una sala de reuniones muy similar a las que ellos conocían con una gran mesa central rodeada de sillas, los hombres y mujeres sonrieron alegremente al verlos penetrar por aquella hermosa puerta de madera labrada y le ofrecieron asiento y una deliciosa y refrescante bebida. Entre los concurrentes vieron a la mujer que los había atendido por la mañana, que entonces supieron que se llamaba: “Jasiga”, cuyo nombre era mucho más pronunciable que el de la mayoría de los “cuatro brazos”. Por unos minutos no se dirigieron a ellos, el hombre sentado en la cabecera hablaba con Jasiga y los demás la abordaban con preguntas, hasta que finalmente la sala quedó en silencio y ella habló: - El Gobernador (que no pondré su nombre pues es realmente impronunciable) les da la más cordial bienvenida a la ciudad de Kohorr, capital de Kigimbrlad (o algo así entendieron ellos), mi padre, el doctor Asiki, ha sido notificado de su llegada, y en estos momentos se encuentra viajando hacia acá acompañado del primer ministro, llegará casi al anochecer y será entonces cuando él platicará con ustedes, de momento, el gobernador solamente tiene permiso para hacerles unas pocas preguntas – Ante la mirada desconfiada de los astronautas agregó: - Pueden confiar en nosotros, son libres de responder y si ustedes lo piden, los dejaremos en libertad de inmediato y los devolveremos al lugar donde fueron hallados –

Por un momento las miradas de Baxtin y Ferdezi se cruzaron inquietamente, pero el miedo lo habían perdido hacía ya rato y ahora la curiosidad por saber más acerca de aquél misterio era más fuerte que los deseos de ser devueltos a la selva, lo único que les hacía pensar en esa posibilidad era la idea de dar aviso a su cuth de que se encontraban perfectamente bien y que habían encontrado una civilización grandiosa; tras discutirlo brevemente Ferdezi dijo cortésmente: - Agradecemos su hospitalidad y con gusto responderemos a sus preguntas si ustedes responden a las nuestras - . Jasiga transmitió el mensaje al gobernador y tras unas cuantas palabras ella dijo: - Responderemos a todas sus preguntas en cuanto llegue el primer ministro, pues no estamos autorizados para más, de momento sólo queremos saber si vienen con ustedes otros seres del espacio para ir a buscarles y avisarles que ustedes se encuentran aquí, sanos y salvos; y que son bienvenidos a conocer nuestra ciudad - , - ¿Por qué nos quitaron los rastreadores? – Interrumpió Baxtin, - Jasiga habló brevemente con el gobernador y respondió - Esa es una de las cosas que debe explicarles mi padre, yo sólo puedo decirles que fue para nuestra propia protección – Hicieron muchas más preguntas, pero se rindieron ante la amable prudencia de aquél grupo de hombres que se limitaban a escuchar las traducciones de la mujer y que constantemente les pedían que fueran pacientes pues pronto contestarían a todas sus preguntas y que de momento sólo les interesaba saber dónde se encontraban sus compañeros para avisarles que estaban bien o que podrían ellos mismos guiarlos de vuelta a su campamento. Finalmente los dos jóvenes decidieron que lo mejor sería no insistir con más preguntas y dieron la ubicación de la nave base para que sus compañeros fueran avisados, de cualquier modo sabían que ellos estarían sobre alerta y no se dejarían sorprender por algún grupo que intentara agredirlos, que por otra parte no parecía ser el caso de estos seres pues eran en extremo corteses y no parecían ser violentos, aunque sí pidieron acompañar a la expedición que saldría a buscar a sus compañeros, pero Jasiga les explicó que contaban con un aparato que enviaba una señal telegráfica y que sería más rápido si mandaran un mensaje hasta la población más cercana a la nave para que desde allí fuera enviado el comité para invitar a sus compañeros. Al término de la breve reunión, fueron dirigidos hacia una cómoda habitación donde les sirvieron una abundante y deliciosa comida y pusieron a su disposición un ayudante que gustosamente les daría un recorrido por la ciudad.

Tarriz y su grupo habían ya movido la nave mar adentro y aterrizado en un islote a unos treinta y cinco kilómetros de la costa continental, las rocosas laderas y la s fuertes corrientes harían que fuera imposible acercarse sin una nave acuática apropiada, que, por lo que habían visto, dudaban que la primitiva civilización de los güigis hubieran podido desarrollar. Aprovecharon el reacomodo para tomar una comida más substanciosa. Tarriz envió su informe a la nave nodriza mientras Atrion analizaba la información que iban obteniendo de las sondas para ver si encontraban alguna pista que les llevara hasta sus amigos perdidos, el tiempo corría y Tarriz se sentía cada vez más nervioso, podía haber retado a la gal Yamka una vez aferrándose a la búsqueda de sus compañeros, pero si no obtenía resultados positivos rápidos no iba a tener más remedio que obedecer la orden de abandonar el planeta.

- ¡Cuth Tarriz! – exclamó Atrion, - ¡Tiene que ver esto! – Firo se acercó rápidamente hacia el ordenador - ¿Es eso…. Una nave? – En el monitor se apreciaba con claridad una nave, o más bien, un gran pedazo de una nave interplanetaria, - No sólo es una nave – confirmó Atrion, - Esta nave, aunque antigua, fue hecha en nuestro planeta - - ¡Eso no es posible, revise bien los datos! – increpó Preden, Tarriz lo miró con severidad – Lo siento, lo que quise decir es… ¿Está usted segura nul Atrion? - , - Tan segura como que aquí está impreso el logotipo de la fuerza intergaláctica de nuestro país – respondió ella sin inmutarse por el pequeño arranque del kom Preden – Es cierto, ese logotipo, aunque no se ha usado en casi cien años, es ciertamente el que se usó en los inicios de la exploración interplanetaria- confirmó Lamtar – Cuando era estudiante hice un estudio acerca de la historia de la exploración espacial y ese tipo de fuselaje y de logotipo se usó solamente para tres naves, dos de ellas volvieron y se encuentran en el museo de historia y una de ellas jamás volvió -, - ¿Recuerda usted el nombre de la nave que nunca volvió? – pregunto Tarriz - Por supuesto, era el “Gamixis”, comandado por el gal Kiram Garrudi, según los archivos que consulté decían que suponían que había sido absorbida por un agujero negro, ya que desapareció del plano de localización de repente, pero eso fue a miles de años luz de distancia de aquí - Tarriz sonrió ampliamente – Eso lo cambia todo – musitó, sólo Lamtar entendió aquella frase del chut, pues los demás no lo sabían, pero aquél pionero de la exploración interplanetaria era ni más ni menos que el bisabuelo del actual emperador de su planeta y aquél hallazgo no era menor, en cuanto llegara el informe a oídos del emperador estaba seguro de que daría la orden de recuperar a toda costa los restos de la nave y la caja de seguridad con los archivos que desentrañarían la misteriosa desaparición de la nave a miles de años luz de distancia de aquél lugar. Tarriz informó de inmediato a Yamka acerca de aquél hallazgo, sólo quedaba esperar un par de horas para que llegara la información a su planeta y el emperador diera la orden de rescatar los pedazos de la nave; pero para Tarriz lo más importante era que eso le daría más tiempo para poder encontrar a Baxtin y Fredezi.

Mientras esperaban a que Yamka les indicara el procedimiento a seguir ordenaron a las sondas volver a la nave base, no sin peinar toda la zona de trayecto en busca de rastro de los exploradores extraviados. Una sonda sobrevolaría la zona donde antes se encontraba la nave base para que, en caso de que volvieran por allí no pensaran que habían sido abandonados y fue precisamente esa zona la que les indicó que un grupo de los humanos de cuatro brazos similares a los que habían visto prisioneros de los güigis, se encontraban precisamente en esa zona. Tarriz sabía que era posible que hubiesen sido ellos quienes capturaran a sus amigos, así que acompañado de Lamtar y cuatro robots de guerra, se dirigió hacia aquél lugar para ver si podía descubrir algo.

Volaron a gran velocidad, por lo que no tardaron mucho en llegar al lugar donde originalmente habían aterrizado, los humanos de cuatro brazos aún se encontraban ahí. Tarriz se preparó para disparar los rayos aturdidores en caso de que quisieran escapar al verlos, pero se sorprendió al ver que lejos de salir huyendo éstos les hacían señales. - ¿Nos están haciendo señales o es mi idea? – preguntó Lamtar – Estoy tan sorprendido como tú Belih, pareciera que nos están esperando – Descendieron con cautela cerca de aquél grupo, no sin poner a los robots de guerra en estado de alerta por si intentaban atacarlos, lo que parecía muy poco probable, pues eran un grupo de apenas siete de aquellos seres y el espectrógrafo no indicaba la presencia de nadie más escondido por aquella zona.

No sin cierto recelo, descendieron de la nave, aquella extraña gente les recibió con una gran sonrisa, uno de ellos se acercó lentamente con los cuatro brazos extendidos mostrando las palmas, claramente lo interpretaron como una señal de paz e imitaron el gesto invitándole a acercarse más, a un par de metros se detuvo, era un joven de cabellos obscuro y hermoso rostro, cruzó los cuatro brazos sobre su pecho y haciendo una pequeña reverencia dijo: - Bienvenidos, venimos en son de paz a buscarles – Al igual que Baxtin y Fredezi, se quedaron atónitos al escuchar a este joven hablar en su propia lengua - ¿Pe.. pero c…cómo? – tartamudeó Tarriz -, - Mi nombre es Galid, tercer hijo del doctor Asiki, consejero científico del primer ministro, he sido enviado para guiarles a la ciudad de Kohorr donde les esperan sus compañeros que seguro estaréis buscando – dijo solemnemente, - ¿Están ellos bien? – preguntó Lamtar con cierta ansiedad – Están muy bien, nul – respondió amablemente el joven sin borrar por un momento la sonrisa de sus labios - ¿Cómo es que sabe que soy nul? – inquirió sorprendida la bella joven a lo que él amplió todavía más su sonrisa – Oh, pues por las tres lunas grabadas en su uniforme… y sé muchas más cosas acerca de su civilización – continuó emocionado perdiendo un poco la formalidad, pero se contuvo de seguir dando explicaciones – Más por ahora tengo la orden de no deciros más, solamente de guiarlos, será mi padre quien os explique cómo es que sabemos tanto de ustedes – Tarriz sintió un breve impulso de ordenar a los robots que aturdieran aquella comitiva para obligar a aquél joven a que les revelara mayor información antes de aventurarse, pues pensaba que no era sensato meterse a una ciudad llena de seres que conocían perfectamente su civilización, pero de los cuales desconocían prácticamente todo, sin embrago, Lamtar, que conocía bien a su chut y con el cual tenía una relación cada vez de mayor confianza lo tomó de la mano y mirándolo a los ojos simplemente movió la cabeza asintiendo en señal de que accedieran de forma pacífica ante aquella atenta invitación.

No le tomó mucho tiempo tomar la decisión final, pues uno de los robots de guerra lo alertó sobre un gran grupo movilizándose hacia aquella zona – Llegan los güigis Belih, vienen por miles – Galid, aunque nunca había escuchado la palabra güigi, supo de inmediato a qué se referían y su rostro se tornó atemorizado – Debemos irnos cuth y nal . si los Tuarrs nos alcanzan seguramente nos matarán – dio una orden a la comitiva en el extraño idioma de aquella gente que de inmediato se puso nerviosa ante la noticia – Vengan con nosotros – dijo finalmente Tarriz, - en la nave nunca nos alcanzarán – el joven no dudó, ordenó a su gente subir a la nave y de inmediato partieron hacia la dirección que les indicó Galid.