jueves, 20 de agosto de 2009

La palabra contra la imagen

En esta ocasión quiero presentar a ustedes un escrito muy interesante de mi amigo Alfredo García, (Autor de claroscuros de la mente: www.claroscurosdelamente.blogspot.com ) seguro que será de su agrado.

La palabra contra la imagen

Por Alfredo García Álvarez, autor de “Claroscuros de la Mente”, escrito especialmente para “La Belleza de la Palabra”

Antes que nada, quiero agradecer a mi buen amigo Arturo Parra Lemus, por prestarme la pluma y dejarme escribir un post para La Belleza de la Palabra. Muchas gracias y espero que lo disfruten.

Se dice que más del ochenta por ciento de los seres humanos son predominantemente visuales. Esto quiere decir que el sentido más desarrollado y con el que se obtiene un mejor impacto en la captación de la atención y retención de ideas, es por medio de la vista.

Así, es comprensible porqué una imagen puede impactar de forma eficaz, simple y compacta a un público determinado. Una imagen no requiere de traducción, es un conjunto de colores, luminosidad y figuras, que permiten trasmitir una idea o concepto de una forma más o menos sencilla. Imaginemos, a manera de ejemplo, el cuadro de la Gioconda, de Leonardo Da Vinci, la gente la captará de la una manera similar en términos similares y no se requiere de ninguna otra cosa más que de nuestra visión para captarla.

Por otro lado, tenemos la palabra, la cual puede ser expresada de manera oral o escrita y, por lo mismo, captada por medio de dos sentidos: la vista y el oído. Un orador elocuente, apoyado con un buen aparejo visual puede causar un excelente impacto a su audiencia, ya que la puede “atrapar” por medio de dos de sus sentidos. Pensemos en el Quijote de la Mancha, de Cervantes, donde se encuentra una de las obras más ricas del idioma español. Puede leerse y escucharse y obtener un cúmulo de información e ideas en relación al relato plasmado en ese libro. Incluso, aunque se pueda realizar una serie de imágenes o ilustraciones de lo que narre el libro, la experiencia no será la misma que si se lee o escucha el mismo.

Podría decirse, hasta aquí, que la imagen tiene una manera más sintética y práctica de asimilarse, mientras que la palabra se absorbe de una forma compleja, inclusive de dos maneras diferentes.

Empero, la trasmisión de ideas por imágenes o palabras es lejos de ser perfecta y ambas vías presentan inconvenientes. Por un lado, la imagen puede ser, como todo, interpretable y se puede prestar a variaciones de entendimiento de una idea con la misma ilustración. Sigamos con el ejemplo de la Gioconda: el cuadro puede ser interpretado de manera diferente en atención a la cultura, edad, intereses y formación de la persona que lo contempla. No será así lo mismo para un niño que para un anciano, o para una persona que conozca de arte a una que tenga educación básica.

La palabra, por su parte tiene “la maldición de Babel”, ya que requerimos, de entrada conocer su “código” para poder asimilarla. Si no conocemos el idioma en el que la palabra se encuentra expresada, la misma no pasará de signos y sonidos que no representan nada para la persona que los lee o escucha. Asimismo, la causa que motive a una persona a involucrarse en un libro o una conferencia puede afectar su apreciación. Pensemos una vez más en el Quijote. No será lo mismo para el estudiante de nivel secundario que tiene que leerlo a toda prisa y preparar un reporte para aprobar una asignatura, que para una persona que tiene todo el tiempo del mundo para leerlo y entretenerse con el libro.

En cuanto a la expresión oral de la palabra, pasa lo mismo. Volvamos con nuestro orador elocuente, el cual podrá apasionar a la gente que encuentre interesante el tema que exponga, mientras que aburrirá al que no tenga interés en escucharle, sin importar a veces, la habilidad del mismo.

Aún mezclando imagen, sonido y expresión escrita, se puede correr el riesgo de tener un sin fin de interpretaciones o actitudes frente a la misma idea, así que adoptar una postura ecléctica en el tema no asegura una postura cómoda en el debate de la imagen contra la palabra.

Como siempre, queda a criterio de usted, amable lector, decidir si una imagen dice más que mil palabras o si el Quijote puede ser encerrado en un cuadro.

Alfredo García Álvarez, 20 de agosto de 2009.

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